jueves, 12 de enero de 2012

CARLOS TRILLO DEL SIGLO XXI, por Manuel Barrero y Javier Mora Bordel

Tercera parte de una extensa entrevista realizada para Tebeósfera en Septiembre de 2007.

-Con Bernet, presentáis una propuesta erótica alejada de estereotipos masculinos donde la mujer domina las situaciones a su antojo ya sea a través de situaciones cotidianas (Clara de noche) o más cercanas al serial de aventuras (el caso de Cicca). ¿Es tu deseo plasmar la progresiva liberación de la mujer por medio de esta sexualidad desinhibida alejada de prejuicios y condicionantes? ¿Cuál ha sido la reacción de tus lectoras? ¿Por qué crees que históricamente el papel de la mujer en el mundo del cómic es tan reducido y escaso?

-Clara ha servido de emblema en un congreso de feministas italianas. También un episodio fue acusado judicialmente de discriminación racial. No sé, el autor escribe lo que le parece que ha de decir un personaje. El comentario que llevó a Clara a la justicia fue el de una compañera de trabajo que, al ver que Virtudes, la amiga, tenía una hija negra, comentaba: “Hija de puta y encima negra, la que le espera, pobre chica”. Creo que la autora del comentario, un personaje casual, ni siquiera era racista, sólo estaba haciendo una descripción de la situación. Porque, qué le espera a esa pequeña con esa madre y ese color de piel. El juez desestimó la demanda, claro.
Una mujer sola con un hijo que mantener nos pone ante un estandarte bien alto de la femeneidad. Las lectoras de Clara aprecian, sobre todo, esas historias en las que aparece Pablito, su hijo, ese hijo de puta tan interesante que es la razón de su vida. Los lectores hombres, más esquemáticos, suelen elogiar los culos que dibuja Bernet. Nunca me pareció que Clara de Noche fuera una historieta erótica. No hay sexo real en la vida de Clara, solo orgasmos fingidos, es un trabajo que hace para poder vivir. De todos modos, como avezada cultora de su profesión, sabe muy bien cómo mover el cuerpo para calentar a un tipo.
Cicca era, más bien, una parodia (¡otra!) de las historias eróticas. Como salió por primera vez en el Penthouse español, había que hacer, por un lado una aventura extensa, pero por otro, como se publicada de a cuatro páginas por vez, era imprescindible poner una escena de sexo en cada entrega. Y si teníamos una persecución de gangsters armados hasta los dientes, teníamos indefectiblemente que detener la escena para que hubiera un polvo. Si lo tomas como un desafío, ese detalle puede ser algo muy divertido de desarrollar, de esa forma tan poco ortodoxa.

-Nos interesa mucho conocer tu interpretación de los roles sexuales. Los ejemplos más llamativos son sin duda tus colaboraciones con Meglia, en especial, Cybersix, donde la doble identidad típica del héroe- heroína se revela en un abierto triángulo amoroso entre Cybersix, su alterego Adrián Seidelman y Lucas Amato, o El libro de Gabriel, con el recurrente juego erótico entre arcángeles: en concreto, Gabriel y la nueva reencarnación de su hermano Miguel en la sugerente y frívola Michelle. ¿Pretendes, como autor, plasmar una escenificación de los nuevos géneros de parentesco postmodernos? ¿Dónde establecerías, si la consideras necesaria, la división entre género y sexualidad? ¿Tu particular concepción de la Historieta aporta nuevos sentidos a esta vieja y caduca cuestión social?

-No sé. Que la doble identidad sea entre hombre y mujer, en su momento, me pareció un gran descule para ponerle fuertes cimientos a la historia. Cybersix ama a Amato pero su alter ego, Adrian Seidelman, es amado por Lori. Las ambigüedades del sexo son un poderoso ingrediente. Igual en el caso de Michelle y Miguel, ¿cómo actúa un angel sin sexo cuando tiene uno? ¿Y cuando a ratos tiene uno masculino y a ratos otro femenino? Son premisas que enriquecen, sin duda, las historias a construir. Y sobre todas las preguntas que me pones al final, creo que yo solo pretendo mezclar los ingredientes para ofrecer la mejor historia que pueda realizar. Soy solo autor de lo que escribo, no suelo entrar en el análisis, no sé si por suerte o por desgracia…

-Volviendo a Cybersix y a tenor de su éxito en medio mundo, ¿por qué crees que la serie no ha tenido calado en España? ¿No te resulta chocante siendo uno de tus principales y más notables trabajos?

-No, las historias van, vienen, vuelven a ir. A veces pasan años sin que una historia aparezca en algún país. Cybersix apareció completa en Italia, casi completa en Francia, fragmentada en la Argentina, apenas esbozada en España. Pero hay otras historietas que a mí me parecen de las mejores que he escrito, que nadie o casi nadie ha leído. Por ejemplo, Los Misterios de Ulises Boedo y Peter Kampf lo Sabía, que hicimos con Mandrafina, publicadas en revistas argentinas y luego muy poco difundidas. En el caso de Ulises Boedo, tal vez, porque era una aventura mágica en Buenos Aires, con ciegos de los versos de Carriego y puertas que daban al pasado de la ciudad. En el otro, como me decía un editor francés tenía demasiados símbolos nazis y eso había que evitarlo en las publicaciones de su editorial… También nos pasa con Bobillo con Chocolate con Papas Fritas, de muy escasa difusión. Y hay más. No, no me resulta chocante, el mercado se rige por reglas de mercado y los autores y dibujantes tenemos, a veces, otras reglas que no coinciden con las primeras…
-En Cybersix, como ya apuntábamos antes, realizas una intencionada suma de elementos de diversos géneros: el superheroico, el fantástico, el terrorífico, ofreciendo un producto heterogéneo y novedoso, de ritmo vertiginoso. En este sentido, a la hora de crear esta y otras obras, ¿cuáles son los límites que encuentras impuestos previamente por la tradición? ¿Es posible deshacerse totalmente del cliché y la estampa en pos de una total originalidad creativa? ¿Rigor artístico y buenas ventas deben ser por imperativo “legal” dos conceptos reñidos entre sí?

-Las mezclas de géneros me han atraído mucho, creo. Un policial en el que, de repente, aparece un plato volador siempre tiene su fascinación. Muchas veces, cuando inicio una historia, busco meterle ingredientes de otros géneros. Son elementos que rinden cuando uno está metido en el desarrollo. Los límites están puestos para ser destruidos, si no nunca se crearían cosas nuevas.

-¿Cómo acabó el litigio aquel por Cybersix / DarK Angel, si es que te puedes explayar?

-Puedo. Con Meglia estábamos seguros de que nos habían plagiado. Los lectores de Cybersix que veían la serie de televisión de Cameron también, Intentamos avanzar en un juicio contra Cameron y la Fox. No fue posible porque el comic no deja como posibilidad económica enfrentar a una multinacional del espectáculo. No teniamos con qué pagar abogados en Los Angeles para llevar adelante una reivindicación de nuestra historia original.

-Quizás tu trabajo con Mandrafina sea el más paródico con géneros ajenos a la Historieta, especialmente la Literatura. En La gran patraña y El Iguana, encontramos una solfa descarnada alrededor de la figura del dictador y sus secuaces, ya sea por el uso del relato oral de los personajes, o, por el maniqueísmo de los medios de comunicación siempre detrás de la noticia. ¿No te resultan paradójicos estos procesos de fabricación de los mitos de hoy en día?

-Valle Inclán ya había hecho esperpento de dictadores en Tirano Banderas, mucho antes que García Marquez y muchísimo antes que nosotros. Los dictadores latinoamericanos, tan ridículos todos ellos, son hermosos personajes para desarrollar. Y sí, los mitos son mitos, a veces, mientras tienen poder. Luego uno se puede reir de ellos. El rey, en general, siempre está desnudo.

-Ahondando en el tema, las repúblicas bananeras tan celebradas en las obras de autores como Roa Bastos, García Márquez o Miguel Ángel Asturias, sólo por citar los más representativos, encuentran una revitalización de hecho en estas obras tuyas. Más allá de esta saga, ¿cuáles son las fuentes literarias de tu trabajo, los autores que de un modo más determinante te han influenciado a lo largo de tu trayectoria intelectual?

-Los esperpentos de Valle Inclán para mí serán por siempre memorables. García Márquez es el autor que más me voló la cabeza en mi vida. Pero mis lecturas son variadas, eclécticas, cambiantes. Recuerdo esa época en que leía ciencia ficción. Y leí a Bradbury, a Sturgeon, a Vonnegut, a Ballard, a algunos más. Y quería seguir leyendo pero me fui topando con autores que me interesaban mucho, muchísimo menos. Y me alejé. Lo mismo me pasó con el policial. Después de Hammett, Chandler, Cain, Jim Thompson, Chester Himes, etc, dejé años de leer policiales. Hasta que descubrí a Elmore Leonard, a Walter Mosley y a Aarto Passilina, por ejemplo, y me renovaron el interés. Ya hablamos de los ingleses, de los americanos. Sigo mucho a Eduardo Mendoza y a Muñoz Molina de los españoles actuales, a Pablo de Santis y a Sergio Bizzio entre los argentinos nuevos. Y hay algunos a los que uno vuelve una y otra vez: Borges, Steinbeck, Cheever y siguen las firmas.

-Por otra parte, en Sarna, ya con Saénz Valiente, realizas un relato aún más descarnado. El personaje, un antiguo torturador venido a policía corrupto, que hace de las suyas en una ciudad prototípica latinoamericana que bien podría pasar por el gran Buenos Aires. ¿Hasta que punto has reutilizado estas metáforas para ahondar en la realidad sociopolítica de Argentina? ¿Es posible cauterizar los demonios del pasado remoto y reciente de tu país? ¿Puede ser la ironía, la risa descarnada, la mejor válvula de escape posible o quizás hubiera sido necesario una suerte de cómic social argentino?
-Me parece que “ahondar” es un verbo excesivo. No sé, creo que ha llegado el momento de mostrar a esos personajes siniestros que nunca pudimos poner en las tiras de los diarios, esos seres egoistas, rastreros, capaces de bajezas sin límites para beneficiarse. Sarna no permite que le llamen Sarna. Sarna usa trajes de Armani. Sarna es poderoso en ese círculo que puede lastimar a las prostitutas y a los camellos, los cuales le temen porque golpea y nadie lo puede golpear a él porque detenta el poder. Pero a sus espaldas le llaman Sarna. Y el tipo se rasca, se rasca sin cesar, porque el alma le produce pruritos, pústulas asquerosas de su pasado, de su vida actual.
A mí no me va mucho la mensajística neta, descreo que las historias con moraleja explícita, pero un hijo de puta es un hijo de puta y hay que mostrarlo como lo que es, ¿no es cierto?

-El libro con Sáenz Valiente, es espectacular gráficamente, sobre todo por esa visión colorista de los barrios de la ciudad, cuyos edificios parecen estar bailando. Esta urbe “danzante” contrasta fuertemente con el hieratismo de los personajes, cuyos semblantes se muestran tan rígidos como en un teatro de títeres. Pero el militar que idolatra a Videla (o eso parece) muestra una fecunda gestualidad ¿extraño contraste pretendido o es una interpretación errónea?

-Juan Saenz Valiente, como Lucas Varela, como Pablo Túnica (atención a estos nombres que darán que hablar) pertenece a una generación posterior a la dictadura, vivieron en democracia casi toda su vida. Juan, para documentarse tomó algunos personajes de la vida real, de la política, esos residuos repugnantes del fascismo de estado. Y lo hizo muy bien. Sarna es inexpresivo porque no se puede expresar la caverna maloliente que hay en su interior. El militar está tomado de un verdadero militar que aún anda dando vueltas por aquí y el dibujo supo desentrañar sus gestos despectivos, sus movimientos corporales. Y es cierto, hizo una ciudad memorable, en base a fotografías, a deformaciones, a caricaturizar lo verdadero que, después de todo, es casi una caricatura. Los infinitos matices de la realidad, que le dicen. (mañana, la cuarta parte)

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