viernes, 27 de enero de 2012

CHOCOLATE CON FRITAS, por Andrés Accorsi

En varias de las entrevistas que compartimos durante las últimas semanas, Trillo hace mención a Chocolate con Fritas, o Chocolate con Papas Fritas. ¿Qué demonios es eso? Una novela gráfica de 2003 (que debutó en Francia con el título Des Frites au Chocolat), realizada por el maestro junto al imparable Juan Bobillo e injustamente inédita en nuestro idioma.
A nivel gráfico, el trabajo de Bobillo no se parece NADA a lo que viste en Anita, en Sick Bird, o en sus historietas para Marvel. Casi todo el libro está dibujado en un estilo nuevo, fresco, como si fuera otro Bobillo, uno que leyó mucho a Kyle Baker, que rumbea hacia el humor gráfico y que tiene un timing para la comedia que uno no imaginaba. Es un Bobillo sin líneas negras, con un gran manejo del color, de los fondos y del lenguaje corporal de los personajes, intencionalmente cabezones para poder enfatizar también las expresiones faciales. El trazo es juguetón y un poquito caótico, como las situaciones que nos va a ofrecer el guión de Trillo. Después de tres álbumes de Sick Bird, esta obra resultó un gran desafío para Juan, del cual salió no sólo bien parado, sino además enriquecido como artista.
El guión es un claro ejemplo del Trillo Malaleche de este milenio. Durante los ´80, el ídolo metía en sus obras sutiles ironías, ciertos guiños sardónicos, pero siempre en un contexto políticamente correcto, siempre para bajar una línea positiva. Ahora ya no. Ahora Trillo se mete con las miserias humanas más abyectas porque se divierte, porque está bueno, porque le agrega un sabor picante a los conflictos que proponen sus guiones. En Chocolate con Fritas se ve clarísimo: Los sextillizos Leandro, Lalo, Lorenzo, Leonardo, Lucas y Luciano se despiertan un día en su departamento para descubrir que sus padres ya no están. Desaparecieron sin dejar rastros. En secuencias desopilantes y tiernas, los seis nenes de siete u ocho años tienen que organizarse para seguir adelante con sus vidas. Necesitan cocinar, comprar cosas para el hogar, ir a la escuela, y además averiguar qué sucedió con sus padres.
Por supuesto, Trillo se preocupa por dotar a cada uno de los sextillizos de una personalidad propia. Y rápidamente se destaca Lalo, el que asume el rol de “mamá y papá” de sus hermanos y hasta se disfraza de ellos. Lalo es el actor, el más gracioso, pero los otros no se quedan atrás, especialmente Lorenzo, que se revela como el gran cocinero, creador del plato favorito de los chicos, que es el que le da nombre a la obra. El principal obstáculo que encuentran los chicos para seguir adelante con sus vidas es el encargado del edificio, que empieza a preguntarse qué hacen esos chicos viviendo sin los padres, mientras los hermanos sospechan que este grandote con cara de pocos amigos (y fanático de Star Wars) puede estar entongado con los alienígenas que –de eso no tienen dudas- abdujeron a sus padres y en cualquier momento vendrán por ellos. Este juego de opuestos, ocultamientos y sospechas brinda un marco muy fértil para la comedia de enredos y Trillo le saca un jugo espectacular.
No te quiero contar el final, pero es de una crueldad sublime. Si te pareció que el Trillo de El Síndrome Guastavino era retorcido y perturbador, es porque no leíste Chocolate con Fritas. Y ya está, no digo más nada. Bueno, sí… que también está editado en inglés, por si no leés francés ni querés esperar a ser anciano para leerlo en castellano.

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