lunes, 9 de enero de 2012

LOS VAIVENES DE RED SONG, por Diego Agrimbau

Hace varios años, en medio de una de nuestras reuniones en algún restaurante cercano a su estudio en Olivos, Trillo me tiró una propuesta que me dejó bocabierto: ¿Querés ser mi ayudante? El honor era tan grande como el vértigo, pero no lo dudé un instante. Sin saber de qué se trataba, le dije que sí. Trillo no usaba ayudantes desde las épocas de Cybersix cuando Fernando Calvi y Viviana Centol, entre otros, le habían dado una mano cuando los guiones requeridos sobrepasaban su enorme capacidad laboral. Si volvía a necesitar ayudantes es porque algo grande se estaba cocinando.
La historia comienza cuando Trillo y Meglia son convocados por la poderosa Disney Italia, para proponer una serie mensual. La editorial estaba por interrumpir la publicación de la super exitosa Witch, creada originalmente por Bárbara Cánepa y Alessandro Barbucci. Y necesitaban material para llenar ese hueco, es decir, historietas juveniles, atractivas y dinámicas. Y para eso, nada mejor que llamar a la dupla creadora de Cybersix, una de las historietas más exitosas en toda la historia del mercado italiano. El trabajo era mucho: 64 páginas por mes. Es decir, había que trabajar a un ritmo constante de más de tres páginas por día, sin contar los fines de semana. Y eso solo significaba una cosa: trabajar en equipo. Es lo que habían hecho con Cybersix, aprovechando la vasta experiencia que tenía Meglia en el campo de la animación, donde trabajar en equipo es la regla, no la excepción.
Los dos Carlos estaban impresionados con los italianos. Les pagaron un viaje en primera clase hasta Italia, los llevaron a un isla paradisíaca perdida en alguna parte del adriático, les dieron de comer manjares y los hospedaron en los mejores hoteles. Y claro, les prometieron una pequeña fortuna por semejante trabajo. Pero dos tipos con la experiencia de Trillo y Meglia no caerían seducidos fácilmente. Tanta amabilidad nunca es gratis. De hecho, en medio de aquella isla paradisíaca, entre los canapés y las copas, cayó un ejército de amables abogados con un contrato del tamaño de una guía telefónica y un bolígrafo rebosante de tinta, listo para ser usado en la firma de todas aquellas hojas.
Fue entonces cuando Trillo y Meglia pisaron el freno: todo muy lindo, pero el contrato lo iban a firmar luego de leerlo detenidamente en Argentina, con el asesoramiento de sus propios abogados. Los italianos no estaban muy felices con la idea, pero no les quedó otra que aceptar. Se comieron un último canapé y volvieron raudamente a las pampas. Una vez aquí comprobaron que había más de una cláusula que merecía ser discutida. Pero los italianos no dieron el brazo a torcer. La negociación naufragó y el proyecto quedó en la nada. Mi oportunidad de ser ayudante de Trillo se vio postergada indefinidamente.
El proyecto sobrevivió y años más tarde Red Song llegó al mundo de la mano de la editorial francesa Soleil, pulpo multiforme que ya había publicado una serie dibujada por Meglia y escrita por Crisse, llamada Cañarí. Claro que el ritmo ahora era otro, ya no se necesitaban 64 páginas por mes. El ritmo de trabajo habitual francés de un tomo por año no demandaba equipos de trabajo ni ayudantes. Red Song iba a constar, originalmente, de seis tomos, pero la muerte de Meglia concluyó el proyecto mientras se dibujaba el segundo. Quedá al menos ese primer tomo, aún inédito en castellano, como testigo del último proyecto conjunto que hicieron los dos Carlos más célebres de la historieta nacional.
Ojalá algún día lo podamos leer.

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