miércoles, 15 de febrero de 2012

VIDA DE MARIAN ROBINSON, por Carlos Trillo

Hoy ofrecemos la segunda parte de la síntesis argumental de Vida de Marian Robinson, un proyecto de Carlos Trillo en colaboración con Roberto Dal Prá que quedó inconcluso.
Como complemento, algunas páginas y bocetos del segundo dibujante convocado para ilustrar la historia, el maestro Horacio Domingues. Acerca de la posibilidad de seguir adelante con este proyecto, Domingues nos dijo: "Creo que Carlos la estaba escribiendo con Dal Prá, cómo y de qué manera, no sé. De hecho, Dal Prá me escribió antes de las fiestas para ver si tenía interés en continuarla, pero la cosa quedó ahí. Cuando falleció Carlos, tanto él como Roberto estaban buscando editorial en Francia para redondear los números. En Italia, creo que ya tenían el okey de la gente de Aurea".

Vida De Marian Robinson (segunda parte)
La escena siguiente es de gran confusión. Oliver arroja los volúmenes más pesados a los tres hombres grandes, feos y corpulentos. Marian trata de escapar con el libro apretado contra su pecho. Dorothea, dándose cuenta de que por su culpa la niña está a punto de perder la más preciada de sus pertenencias hace frente con uñas y dientes a los tres hombres.
Y ellos, como en su momento en el caso de Pericle, dicen su hechizo y la convierten en un gato.
En ese momento, un sujeto con aspecto de ermitaño, de pelo enmarañado y barba hirsuta, entra furiosamente a la librería y, mientras asesta golpes con una pala a los tres hombres grandes, feos y corpulentos, grita a los chicos, al ratón y a la gata que salgan ya mismo corriendo del lugar y que… (y aquí farfulla algo que es francamente inaudible para el cuarteto que huye a todo correr del negocio de Dorothea Missing).

Escondidos en un callejón, Marian, Oliver, Pericle y Dorothea respiran agitadamente.
Marian, en la huida, se ha herido una piena y de ella mana una sangre que fascina a Oliver: es verde.
El muchacho, mirándola a los ojos, venda turpemente la herida.
Hay algo en la escena que maestra que los dos han crecido, que sus adolescencias estallan como flores que se abren, que – sin decir una sola palabra – están enamorados.-
Se van reponiendo con lentitud. Dorothea acaricia a la gata Dorothea que, primero, ronronea un rato pero luego mira ávidamente a Pericle.
Marian le explica que no puede tocarlo porque también él es un humano convertido en animalito por esos sujetos que la persiguen.
Los chicos se preguntan quién sería el hombre con aspecto de ermitaño y por qué los habría ayudado. Y sobre todo se preguntan qué les quiso decir en medio de la pelea que nadie logró escucharlo.
Marian, entonces, mira el libro, lee la descripción de la pelea y encuentra la frase completa:
- ¡Salgan ya mismo corriendo de aquí y búsquenme esta medianoche en la parte trasera del Old Smugler, el bar de la calle Oak.

En la calle, escondidos entre cajas de verduras, Oliver queda estupefacto. Marian se ha lastimado en la huida y la sangre que mana de su brazo herido es… verde.

Deciden ir a la cita y encuentran al ermitaño esperándolos con una cesta llena de emparedados y frutas.
Como trajo también queso e hígado de vaca, los cuatro prófugos comen ávidamente.

El ermitaño se presenta: es Merlin Dark.

- Como autor, odio intervenir personalmente en mis relatos, pero como saben, mi casa queda muy cerca de la librería y sólo tuve que cruzar la calle para participar. No quería que el cuento que estoy escribiendo se se quedará inacabado por culpa de una librera que habla más de la cuenta.
Tras decir esto, Merlin Dark se incorpora para irse.
- ¿Y qué hacemos ahora, ya que eres el autor de lo que nos está pasando?
- No es exactamente así. Escribo porque la historia está en el aire, porque una voz secreta me dicta y porque si no está toda la información en el libro, nunca podremos llegar a un final feliz. Adiós.
- Espera – le pide Marian – sólo indícanos nuestro próximo paso.
- Si leyeras un poco más rápido, Marian Robinson, sabrías mucho más acerca de lo que te depara el futuro. Y ahora, no me retengas más que tengo que irme corriendo a escribir. Y te diré algo más: que un autor intime demasiado con sus personajes trae mala suerte. Y no lo digo en broma.

El Old Smugler de la calle Oak es un bar de marineros borrachos y en su parte trasera tiene un gran galpón donde se almacenan bebidas en grandes cantidades.
Allí deciden dormir por esa noche nuestros amigos.

Mientras descansan exhaustos una sombra entra en el galpón, los ve, observa el libro de Merlin Dark, le parece interesante y lo roba.

La desesperación sume a Marian en una profunda depresión. Oliver debe gritarle para que siga teniendo ganas de seguir adelante.

Los hombres grandes, feos y corpulentos están en la pista. Han visto a Marian, saben que es acompañada por otro jovencito, un ratón y una gata. Echan a correr la voz entre ladronzuelos, mendigos y vendedores callejeros de que habría una buena recompensa para quien los ayude a localizarlos.
La vida se va complicando más y más para nuestra protagonista y sus amigos.
Deben huir, esconderse, disfrazarse para no ser reconocidos.
Oliver es hijo de actores y debería estar viviendo con su abuelo. Pero el viejo es un hombre irascible que lo golpeaba demasiado y, antes de perecer bajo sus bastonazos, el jovencito decidió escapar.
Pero propone a Marian que vuelvan a la casa del abuelo donde está, seguramente, si el viejo no le prendió fuego, el baul donde su padre guardaba los trajes con que se caracterizaba de distintos personajes.
Van a buscarlo, consiguen rescatar el baul y, entre los tesoros que contiene, logran armar varios disfraces para no ser reconocidos.
Marian es una niña con una joroba enorme, o una anciana consumida. Oliver es cojo y le falta una pierna que lleva escondida en un pliegue de una rara capa. Además, el color de sus cabellos es diferente y de esa manera nadie parece reparar en ellos.
Ven varias veces a los hombres grandes, feos y corpulentos buscando infructuosamente a esos niños malditos.
Hacen algunos amigos nuevos y realizan extraños trabajos para sobrevivir: asistentes de un mago, presentadores de un número de saltimbanquis callejeros con un gato y un ratón que hacen piruetas divertidas y a cambio reciben montañas de monedas...

Marian, gracias al libro de Merlin Dark va enterándose de cómo funciona la esclavización de su pueblo mágico. Conoce los detalles más pequeños sobre la pérdida de sus alas y rivive la existencia heroica y miserable junto a Lucy Robinson, esa la abnegada mujer que la protegió de los daños que podrían infligirle sus enemigos.
¡Pero el libro ahora se ha perdido y, como no vio a quien lo robó, no puede comenzar a buscarlo!
Sabe que necesita ese libro porque es una pieza fundamental de la historia para, en algún momento, adelantarse al tiempo actual de su vida y así ver con claridad qué debe hacer para que su pueblo mágico vuelva a existir como tal.
Seguramente en el libro dice quién lo robó y para qué.
Y hay una sola manera de enterarse, aunque traiga mala suerte.

La muchacha de la joroba y el chico rengo del pelo pajoso observan la librería abandonada con curiosidad. Pero con más curiosidad miran esa casa antigua y semiderruída que está a pocos metros de allí.
No hay nadie en la calle.
Entran a la casa semiderruíuda.
No hay nadie allí. Merlin Dark no está. Y el gabinete donde el escritor seguramente trabajaba está revuelto, alguien ha estado buscando algo y, tal vez, lo haya hallado.
Mientras Marian y Oliver observan desolados el recinto algo se despega del cielorraso y cae a sus pies.
Es una hoja, la hoja de un libro que Marian reconoce como el suyo.
La toma y se da cuenta que es allí donde se cuenta qué pasó durante la noche en que desapareció el libro.
Alguien, un famélico ex empleado del bar Old Smugler, entró en el galpón, los vio a todos dormidos y se lo llevó para ver si a cambio de él conseguía un poco de dinero.

Un anciano coleccionista, sir Archibald Lennox, se lo compró a un precio moderadamente bueno.
Van, pues, a buscarlo. Averiguan dónde es la casa de sir Archibald, llegan, piden al sirviente que atiende la puerta que les deje hablar con él. Se anuncian con sus verdaderos nombres: Marian Robinson y Oliver Cooper.
Y no deben rogar, ni negociar, ni entrar nuevamente amparados por las sombras para tratar de arrebatarlo de la mansión.
Nada de eso, en cuanto el sirviente transmite quienes son los que le buscan, sir Archibald baja del primer piso portando el libro y se lo entrega a Marian.
- Sabía que tarde o temprano vendrías a buscarlo y que es tuyo. Lo he leído, ¿sabes, Marian?, y conozco toda tu historia, la pasada y la porvenir. Toma. Siempre amé mucho el mundo mágico cuyos relatos mi madre narraba tan vívidamente. Jamás creí que fuera un mundo inventado. Y sólo tú podrás recuperarlo para la imaginación de nosotros, los tontos mortales.
Cuando, muy emocionada, Marian se está yendo con su libro, sir Archibald agrega:
- Y como supongo que no has leído lo que viene después de esta parte, te aviso que unos tipos grandes, feos y corpulentos te están esperando a la vuelta de la esquina porque ya tienen información sobre vuestros disfraces de niña jorobada y de jovencito rengo. Pero – y la idea la saqué del libro – hoy no han venido ni mi cochero ni mi palafrenero y tengo muchas ganas de salir a pasear en carruaje.

De la casa de sir Archibald sale él, finalmente, ocupando el interior de su bello carruaje. El cochero azuza a los caballos y el palafrenero marcha de pie apoyado en el apoyo transversal de la parte trasera. Los hombres grandes, feos y corpulentos no sospechan que el de cochero y el de palafrenero son los nuevos disfraces de Marian y de Oliver.

Gracias al libro de Merlin Dark, que sigue leyendo lentamente, con su precario conocimiento de la lengua escrita, Marian se entera de que la próxima misión para poder regresar a liderar la rebelión del mundo mágico, será encontrar las alas que le fueron arrancadas cuando era un bebé.

Las recuperará en un alucinante viaje por las orillas del Támesis, lejos de la ciudad, en una zona peligrosa por la presencia de manadas de lobos famélicos.
Oliver, que siempre la acompaña en su extraño viaje sin preguntar nada, será el encargado de ponérselas: le bastará apoyárselas sobre la espalda para que vuelvan a ser parte, mágicamente, de su cuerpo.
Marian, ya con sus alas, duda. Siente un tironeo entre una vida terrena con ese jóven al que ama intensamente y la obligación de marchar al mundo mágico para salvar a su gente de la esclavitud.
Finalmente, con un suspiro casi agónico, besa tímidamente a Oliver y, con lágrimas en los ojos, se aparta de él.
Deja el libro en el suelo y, batiendo las alas, logra desaparecer del mundo real.
Oliver extiende su mano, trata de detenerla, pero desiste porque comprende la importancia de la misión de Marian. Queda allí, en la tierra de los humanos con el libro, con el ratón y con la gata.
Aparece entonces Merlin Dark y le narra el final de la historia: ante la aparición de la hija de la reina de las hadas, los habitantes del mundo mágico se rebelan, por fin, contra los seres siniestros que los han esclavizado y consiguen expulsarlos para siempre del mundo mágico.

Está contando eso cuando tres hombres grandes, feos y corpulentos pasan corriendo a su lado y también se esfuman como lo hizo Marian. Evidentemente eran los emisarios de los seres siniestros en la parte visible de la tierra que debían acabar con Marian y ahora que su malvado pueblo está siendo derrotado vuelven para sumarse a su ejército diabólico en retirada.
Merlin Dark cuenta, por fin, a Oliver, que cuando todo vuelva a la normalidad en el mundo mágico, lo que será cuestión de días, o tal vez de horas, la ahora invisible para ellos Marian regresará para deshacer el conjuro que convertía a Pericle en un ratón y a Dorothea en una gata.
Cuando regresan, luego de una extenuante caminata, a la ciudad, gata y ratón vuelven a sus formas humanas.
Dorothea repara la librería con la ayuda de Oliver y de Pericle y, con un repentino furor, empiezan a comprar muchísimos libros de hadas, duendes y gnomos.
Cuando la reabren, la librería es la mayor especialista en mundo mágico del mundo real.
Pericle no es del todo feliz porque sufre el duelo por la muerte de la mujer que tanto amó.
Tampoco Oliver está contento: ¡extraña tanto a Marian!

Todas las tardes, Merlin Dark llega a consultar esa monumental biblioteca para escribir un nuevo y apasionante libro… de un solo y único ejemplar.
Que tal vez sea la historia de un muchacho que se ha enamorado de la reina de las hadas y debe emprender un viaje muy peligroso para reencontrarla. Riendo, le recomienda a Oliver que aprenda a leer lo más rápidamente posible.

Fin

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