lunes, 24 de septiembre de 2012

ENTREVISTA, por David Alabarcez y Daniel Galliano

Primera parte de una entrevista realizada en 2006 y publicada en los tomos 2 y 3 de la edición argentina de Borderline (ed. Puro Comic).

Carlos Trillo es dueño de un puñado de obras maestras del comic internacional a lo largo de sus 40 años de experiencia escribiendo para la industria. Trabajó con maestros del dibujo y principiantes por igual. En sus comics avanzó con soltura sobre todos los géneros y períodos históricos, desde la Antigüedad a la Ciencia Ficción.
Una usina de ideas que, además, no se achica ante ningún encargo. Es un trabajador del comic. Un poeta guerrero.
Y sin embargo es un tipo normal, simpático y entrador. Para nuestra sorpresa, toma café en el bar de la esquina como cualquiera. Ahí nos reunimos para hacer este reportaje. Que sea lo que Trillo quiera.

-¿Cómo fue tu relación con el comic en la infancia? ¿Eras de los que no jugaba al futbol pero leía?

-No, no, yo jugaba al futbol, muy mal, pero jugaba a lo que podía. Usaba anteojos de chico, porque era muy bizco, tenía un ojo por acá... ¿viste como las fotos de Sartre? Entonces usé anteojos por años para corregir la desviación, y en esos tiempos los anteojos no eran irrompibles, eran de vidrio...

-Se to complicaba.

-Si, se complicaba. Hice mucha natación, jugué al tenis... jugaba porque me divertía, y si, leía muchas historietas. Leí historietas desde que aprendí a leer y no sé si no aprendí a leer leyendo historietas.

-¿Sos coleccionista?

-No, no.

-Leí por ahí que Judith Gociol, que escribió el libro La Historieta Argentina, una Historia, iba a tu bibiloteca a leer.

-Tengo muchas cosas pero no colecciono. Tengo mucho material porque no tiro. Primero porque me regalan mucho, y segundo porque soy muy curioso y compro bastante.

-¿Y qué comprás, vas a la comiquería?

-No, compro cuando estoy de viaie y me hago mandar cosas de Francia o de Italia. Acá compro en La Revistería, les pido el catálogo de materiales que ellos importan de España y les señalo lo que me interesa. He comprado algunas pocas cosas por internet y uso bastante a Lucas Varela, un frecuentador de comiquerías, para que cuando vaya me busque aiguna cosa que me interesa. Voy mucho a las librerías y poco a las comiquerías, vaya a saber por qué tara mía.

-¿Comprás en español?

-Sí, pero también en inglés, italiano y francés. El francés lo hablo muy mal pero lo entiendo bastante.

-¿Seguís a algún autor en especial?

-Pocos. En general compro números sueltos de algo que me despierta la curiosidad...

-¿Qué compraste últimamente que te haya gustado?

-Estoy comprando La Pequeña Lulú, que es la mejor historieta que se ha publicado en el mundo en todos los tiempos. Esa sí voy a intentar tenerla toda.

-¿Por?

-Porque es buenisima. Pasa que nadie la lee porque el dibujo es muy inocente y antigua y parece un poco pasada de moda, pero es muy notable. Al principio era un cartoon de un sólo cuadro que salía en el New Yorker, una revista mensual norteamericana muy popular en los años '30 y '40. Como se hizo muy conocida empezaron a usarla para venderie cosas a los chicos, mucha crema batida, ropa infantil, juguetes. Lulú vendía de todo con mucho éxito, tanto que en un momento un editor que se llamaba Dell, le propone a la autora, Marjorie Henderson Buell, que firmaba Marge, publicarla también en formato comic book bajo el titulo de “Marge presenta: La Pequeña Lulú”. La mina le dice, “Yo le cedo los derechos pero no pienso escribirla ni dibujarla”. Para eso convocaron a John Stanley, un tipo muy poco conocido en el mercado del comic americano porque trabajó sobre todo en lo humorístico, y él fue el que creó para Lulú una galería de personajes maravillosos. Es muy notable la Pequeña Lulú. Yo la leía a fines de los años '50, cuando empezaron a llegar las revistas mexicanas y ya no era un niñito, ¿eh? Era capaz de matar para conseguir una de esas geniales revistas mexicanas de Lulú.
¿Otras cosas que estoy leyendo? Leo mucho a Trondheim, Sfar, Blain... bueno esos franceses de la colección Poisson Pilote. O Andi Watson. O Daniel Clowes. Cuando era chico había un editor que publicaba acá Superman (que se llamaba Superhombre) y Batman (que era Murciélago porque los nombres los traducían) y los leía bastante, pero después me desinteresé completamente por los superhéroes.

-Pero leiste algo.

-Poco, muy poco.

-Pero sabés de Neil Gaiman, Alan Moore...

-iPero esos son buenos! No frecuento las cosas del mainstream. Si están buenas me gustan... no sé, V de Vendetta, La Liga de Caballeros Extraordinarios, Watchmen, esas son notables, pero, digamos, no son tantas... Y en general son ingleses, no americanos, algún americano por ahí hay. Pero volviendo a las lecturas de infancia, yo leí todo lo que pude de historieta, acá había muchas en los años '50, yo soy del '43 y leí El Pato Donald desde que empezó en el '48.

-Hay muchos fanáticos del Pato Donald.

-Acá se vendía muchisímo su revista, y me acuerdo que, si bien todas decían Walt Disney, los chicos buscábamos al bueno...

-Carl Barks.

-Carl Barks, claro. Era el más talentoso, y uno se daba cuenta pese a que todo lo firmaba Walt Disney, pero no era siempre el mismo Walt Disney el que dibujaba, no se entendía lo de la firma porque en las demás revistas, aparecían guionistas y dibujantes, firmaban todo lo que hacían. Yo compraba también el Misterix y el Patoruzito. De Misterix lo primero que leía eran Las Aventuras del Sargento Kirk y de Patoruzito el Langostino de Ferro. Cuando salió el Hora Cero, en 1957, y sobre todo el Hora Cero Semanal, que salía los miércoles, se nos dio vuelta la cabeza. Las revistas llegaban a los quioscos del barrio el día en que estaban fechadas por la mañana, pero en el centro las distribuían la noche anterior. Nos llegamos a cebar tanto con El Eternauta que los martes a la noche nos tomábamos el subte de la línea D a Córdoba y Callao, yo vivía en Bulnes y Santa Fé, siete y media llegaba el Hora Cero semanal, la comprábamos... y la leíamos antes de irnos a dormir los martes en vez de los miércoles a la vuelta del cole.

-¿Considerás una influencia aquellas cosas?

-Andá a saber qué te influencia. Un día me sorprendió mucho un gran crítico italiano que se llama Luca Rafaelli. Me dijo, “¿Vos te das cuenta cuánto de Carl Barks hay en lo que vos escribis?”. Yo no me doy cuenta, pero él por lo visto sí. Y me puso contento que alguien me leyera desde ahí, mierda, era lo que leía a los 7 años, está bueno que uno tenga una memoria larga.

-Vos tonés bastante humor negro en tus guiones, que se explicaría al leer Pato Donald y El Eternauta al mismo tiempo. Eso tiene que causar algún efecto en un chico.

-Simultáneas fueron las lecturas de Donald y de Vito Nervio o Bull Rockett, para mí. Cuando apareció El Eternauta yo ya tenia trece o catorce años.

-Ya habías dejado el Pato Donald y la Pequeña Lulú.

-No, Lulú la compre mientras salió, muchos ahos, hasta que le pusieron pantalón largo a Toby. Cuando la quisieron renovar la cagaron. Se ve que se habían ido Stanley y los entintadores originales, y cambió la temática y el dibujo, ¿viste? se convirtió en una cosa muy mediocre. Ahí la dejé de comprar.

-Entonces no tenés idea de tus influencias, no considerás nada en particular.

-Los libros...

-¿Algún autor en particular, cine?

-Si, yo leo mucho. Literatura, sobre todo. Van pasando los autores que uno ama y frecuenta. Ahora estoy muy copado con los ingleses más nuevos, por ejemplo, Mc Ewan, Julian Barnes, la jovencísima Sadie Smith. Leo ensayos, también. Los ensayos te proveen grandes ideas de ficción, aunque parezca extravagante. Hay una historieta de las que hicimos con Jordi Bernet que se llama Custer..

-Es como una precursora de un par de películas que se hicieron después... las cámaras de televisión siguiendo a una persona todo el día.

-Esa idea la saqué del breve ensayo que escribió J. G. Ballard como prólogo para su libro Crash. El tipo se preguntaba ahí sobre dónde está la realidad y dónde la ficción en esta época dominada por la TV. Sostenía que la realidad no está más del lado de afuera y la ficción del lado de adentro de uno, porque uno a la realidad la ve ficcionalizada por televisión y el montaje hace lo que quiere. Entonces hay que buscarla en otra parte, adentro de cada uno, tal vez. Eso de que la televisión pueda compaginarte la vida, convertir la realidad en ficción era algo así como la punta de Custer.

-Durante mucho tiempo trabajaste con autores muy consagrados, Breccia, tanto padre como hijo, Altuna, Bernet... y en esta última época trabajás con dibujantes muy jóvenes. Vos sos mucho más conocido que tus dibujantes. ¿Hay alguna diferencia a la hora de producir el material, de colocarlo?

-La carrera es larga, qué sé yo, es así. Yo trabajo sobre todo para el mercado francés. Pero también para Genios, el semanario para chicos de Clarín y hago La Familia Samborombón, que es una historieta para niños que no saben leer, para el mensua¬rio Jardín. También escribo Cicca Dum Dum, que dibujaa el Jordi, para la Penthouse de España. Y en el semanario El Jueves, con co guión de Maicas y dibujos de Bernet, hago Clara de Noche, que republica acá Página/12. Laburo con muchos dibujantes, algunos jóvenes, como decís, y otros de mi generación, que son viejos amigos. Yo sigo trabajando con Jordi Bernet, con Mandrafina estamos por empezar ahora una historia larga, también vamos a retomar Basura con Juan Giménez. Queremos ver si, después de veinte años, podemos rematarla en no más de veinte páginas. Ultimamente, también, hice un trabajo muy divertido con Oscar Grillo, un gran dibujante y animador que vive en Londres y que tiene mi misma edad. Con él hicimos una aventura con nosotros dos como personajes, volviendo a la infancia a resolver un entripado. Fierro la va a publicar en seis entregas, entre fines del 2006 y mediados del 2007 y luego veremos de venderla en otros países.

-Quislera volver a algo que hablamos antes. Cuando leo tus historlas las veo bastante oscuras, siempre un humor muy negro. El Sarna, por ejemplo, me parece de lo más oscuro que leí en mi vida.

-Es una historia fuerte, sí.

-Tu visión de la vida, del mundo, ¿tiene algo que ver con eso o decís, “Bueno, este personaje va a ser un hijo de puta y lo escribo así”?

-Lo que pasa es que si hacés un hijo de puta que gana, es un hijo de puta que gana, ¿no? No me sale eso de decir “este es malo, muchachos, ódienlo”. Si es malo y es el protagonista, hará hijoputeces y a él le parecerán normales.

-Pero en general, en Borderline inclusive se ve una maldad eterna. Excepto uno o dos personajes que están en un océano de maidad que...

-Buenos de esos de las viejas historietas hay pocos en el mundo. Uno mismo no es bueno, uno está del lado de los buenos porque hay hijos de puta más grandes que uno, ¿no? Pero no sé, Ele es una historia inocente y bondadosa, Clara de Noche es una buena mina.

-Pero es una prostituta.

-Bueno, es prostituta porque tiene que laburar. Una mina sin educación que tiene un hijo, y que no quiere ser explotada por un tipo que encima la va a querer coger cuando se pasa todo el día laburando de coger. Es buena en su oficio, es simpática, se hace querer por sus clientes. Y ama mucho, pero mucho, a su hijo y es una buena madre y es una buena persona, ahí tenés un caso de historieta con buena gente. Está bien, es una puta, pero ¿qué? ¿Las putas son mala gente, acaso?

-No, no, pero hay una lectura sórdida.

Pero vos la podés revertir. Bueno, el tipo de trabajo no debe ser muy gratificante, pero si te permite vivir... porque, realmente, apretar tornillos en una fábrica tampoco debe ser muy gratificante, y ser humillado por un jefe cabrón que, metafóricamente o no, te pasa la pija por la cara, menos.
(El miércoles, la segunda parte)

No hay comentarios:

Publicar un comentario